lunes, febrero 18, 2008

Cumbre del Alto del Naranjo, Cumbre del Cerro Provincia


Desde hace algún tiempo, en cada cumpleaños he estado en algún lugar particular, o al menos he vivenciado muy buenas experiencias. Hasta donde recuerdo: en 2003 recibí una llamada de mi jefe para indicarme que al día siguiente partiría a Argentina a reportear los conquistadores del fin del mundo, en 2004 una amiga preparó una performance para mí, en 2005 fue mi último día en Isla Mocha antes de partir a Cañete, en 2006 hice el mejor carrete de mi vida, en 2007 viajé a Niza y viví su carnaval, y este 2008... experimenté la maravilla de la montaña, viendo Santiago desde las alturas y disfrutando de una naturaleza a la cual no muchos nos atrevemos a acceder.






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Durante meses, junto a Andrés -mi socio de montaña- por diversos motivos tuvimos que posponer los planes de llegar a alguna cumbre o al menos hacer un trekking. Finalmente atrás quedaron los problemas, tuvimos el tiempo, y el itinerario fue el siguiente:

Sábado 16 de febrero de 2008

Tras juntarnos pasadas las 7 am en el sector de Escuela Militar, tomamos un taxi que nos llevó al lugar donde comenzaríamos a caminar: El antiguo Puente Ñilhue, en el kilómetro 5 del camino a Farellones, a 1000 metros sobre el nivel del mar.
En dicho lugar había al menos ocho vehículos de personas que hacen total o parcialmente la misma ruta, la mayoría por el día, y portando lo mínimo.
Por el contrario, nosotros íbamos apertrechados para tres días. Al peso de la carpa, cocinilla, comida y ropa de abrigo, agregué 10 kilos en equipo fotográfico y audiovisual, asunto que tornaría al trayecto en una constante lucha contra la gravedad, con la consiguiente lentitud de la marcha.

Pasadas las 9 ya estábamos bien encaminados en un sendero claramente demarcado, y durante una parada que hicimos para desayunar, se nos acercó un perrito blanco con una mancha en el ojo derecho a la manera de parche. Cachupín se tornaría en el tercer miembro de la cordada.





El Sol ya comenzaba a arreciar, y si bien cada tanto había árboles para descansar bajo su sombra, el paisaje era bastente seco, y sólo tras 2 horas de caminata pudimos llegar al único canal que podría abastecernos de agua. Con la necesidad propia del esfuerzo y para el tiempo necesario, nos cargamos cada uno con 8 litros (kilos) del vital elemento.

Cada 30 ó 40 minutos debíamos parar para aliviar los hombros de todo este peso. Con todas estas pausas, más las casi dos horas en que paramos a almorzar, la llegada a la cumbre del Alto del Naranjo (1860 msnm) la hicimos a las 18:30. Ahí armamos el campamento base, y conversamos largo rato con José Luis, otro montañista autodidacta como nosotros.



Al oscurecer nos preparamos una reponedora sopa, y mientras ésta se cocinaba, la agradable temperatura (unos 15º), más el cansancio, me invitaron a dormir un rato tendido en la tierra.

De la ciudad prácticamente no llegaban sonidos, hasta que un murmullo fuerte y constante nos hizo aguzar el oído: eran los cánticos de la barra de la Universidad Católica, provenientes del Estadio San Carlos de Apoquindo. No teníamos visión directa sobre el campo de juego, pues lo tapaba un morro, pero bastaba movilizarse unos pocos cientos de metros para acceder al espectáculo. Dicho sea de paso, ya era un espectáculo ver el paisaje nocturno de Santiago, pero dichas imágenes las reservé para la cumbre del cerro Provincia.

Domingo 17 de febrero

Tras un sueño no tan reponedor, la mañana comenzó a las 7:30 hrs.



Desayuno relajado, paseos viendo el paisaje, conversación distendida... y partida hacia la nueva cumbre. La carpa quedaría donde estaba, pues en el Provincia existe un refugio.

Al poco andar, ya veíamos tras nuestro el Alto del Naranjo, en cuya cima se apreciaba un punto de brillo metálico, que era nuestra carpa.



Al mismo tiempo, podíamos ver una contaminada ciudad:



Se veían "claramente" varios sitios capitalinos. La próxima foto es "tal cual" -contaminación incluida-. Las sucesivas tienen un proceso de ajuste de tonos, para facilitar su visualización:



Y así el mediodía llegó con toda la fuerza del Sol. Parada obligada para no desgastarse y reponer energías.



Y cuando ya casi continuábamos el rumbo, tres pájaros metálicos cruzaron silenciosamente el cielo a sólo unos metros de nosotros, para luego perderse tras las altas cumbres...



Y tras algo más de una hora de caminata, llegamos a la cumbre del cerro Provincia (2748 msnm)



Y al fin llegando al refugio de Protege, la asociación de municipalidades con cordillera de la región metropolitana.



La carpa nos espera en el Naranjo, en una cota mil metros más baja.



Luego, los momentos más esperados de la jornada: atardecer y noche



Bajo la Luna, el cerro el Plomo. A la derecha, las luces de El Colorado, La Parva y Farellones.





Tras una agotadora jornada, a dormir al refugio, con Cachupín a los pies de mi saco, al igual que en la noche anterior.

Lunes 18 de febrero

A las 6:20 hrs. se inicia nuestro día, donde más de una hora será solamente para apreciar el amanecer junto a unos visitantes equinos. En la siguiente fotografía vemos a Venus y Mercurio sobresaliendo en el cielo.



Después del éxtasis de presenciar un paisaje iluminado de esta manera, comenzamos el agotador descenso que nos tardaría muchas horas.



La intensidad del esfuerzo hizo que paulatinamente llegara la fatiga, en especial a la hora en que el Sol no perdona, sumado a la falta de agua que nos tenía deshidratados. Felizmente, llegamos al canal donde pudimos recobrar parte de nuestras fuerzas.



Fue el primer cerro en mucho tiempo, para dos montañistas con poco equipo y ningún curso encima. Fue tirarse a los leones de inmediato, al menos en lo que respecta a esfuerzo y resistencia física, pues técnicamente no es complejo. Nos quedaron varias lecciones para las próximas ascensiones, el gusto único de haber estado ahí, la alegría del logro, y la intranquilidad y tristeza de habernos separado de nuestro fiel Cachupín, que una vez en Puente Ñilhue no quiso acompañarnos a Santiago. Espero que el cerro sea su hábitat, y que dentro de éste pueda desarrollar algo parecido a lo que entendemos por felicidad, al menos en su escala perruna.









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