A las 8:30 desperté como por tercera vez, pero ahora sí me levanté. Fue una locura, en menos de 2 horas debía tener todo armado, listo lo del pc y haberme duchado y desayunado. Yo me encargué del pc; mi mamá y Úrsula de los bolsos. Un abrazo con la Tere y el Perucho. Salimos un cuarto para las 11, Carlos voló en el auto mientras yo iba descartando cosas de los bolsos. Era sobre-sobre-sobre peso!!!
En el aeropuerto nos esperaba Andrés Vera. La despedida del amigo. Hice los trámites de rigor, y por ahí apareció Manuel Herrera, el coordinador del programa.
Nos tomamos fotos, nos dimos abrazos… y yo que no había llorado, asomé algunas lágrimas cuando abracé a la Úrsula.
Pasamos policía internacional… y a esperar se ha dicho. Encendí el notebook. No hay wi-fi, que desilusión. Tras largos minutos abordamos. Reconocí a otra asistente y la saludé. Coincidentemente teníamos asiento juntos. Así que nos fuimos conversando buena parte del camino. Paulina, muy simpática ella, mantengo la esperanza que podamos realizar algunos proyectos en conjunto. Y despegamos a las 13:00 hrs. Supongo que habrán esperado este momento para irse del aeropuerto…
Tuvimos que hacer escala en Eseiza, Buenos Aires. Una tontera, terminamos dando vueltas por el aeropuerto entero para volver donde mismo. Encendí el notebook y había wi-fi… pero había que pagar. ¿Valía la pena comprar una tarjeta de 5 lucas para dos horas… por 10 minutos? No. Y volvimos al avión.
Y ahora sí. Rumbo a París, directo, sin paradas. Y Comenzaron las largas horas. Con Paulina enganchamos bien. Hablamos de su proyecto de la “semana de la chilenidad”. También de los posibles negocios con los espárragos de Carlos. Y de subir algún cerrito de los Alpes. C`est genial !
Vi la película Vecinos Invasores. La vi, pero no la vi. Por ahí fue que pude dormir. Lo poco que dormí fue con la película. El panel multimedia de los asientos era de lo mejor, además de las películas había música y se podía ver en tiempo real en que parte del mundo íbamos volando, la temperatura exterior, lo que habíamos viajado y lo que faltaba. Bien… buenas noches… si es que se puede. Mmmmm… no se pudo mucho. Al rato, estábamos con Paulina en la zona de autoservicio. Yo imaginaba algo para comer y unos buenos copetes. Pero sólo era agua mineral, y con suerte quedaba algo de juego y bebida. Me hice chupete el agua mineral. Conversamos con un sobrecargo bien buena onda, nos dijo que hacía días ya que viajaban jóvenes como nosotros. Y la Paulina gestionó con él dos helados. ¡Bien! …y ahora sí… a dormir… si es que se puede.
Domingo 24 de septiembre de 2006
Al “despertar” (después de muchos despertares), el sol daba por la ventana y era imposible mirar. La cortina debía seguir abajo. Viene el desayuno. Aumentan los nervios. Ya volamos sobre España. Y al poco rato sobre Francia. ¿Por qué no bajarse en España y evitar todos estos problemas lingüísticos? Baaa! Es parte de la aventura… aunque cuanto más fácil sería que todos habláramos como “cristianos”.
Aterrizamos en Charles de Gaulle, Francia, pasadas las 11 AM de Francia, 5 AM en Chile. Paulina ya estaba más nerviosa que yo. Ella y los demás asistentes que viajamos en ese vuelo se quedan en París. Yo tengo que hacer un transbordo para llegar a Marsella. Nos bajamos. Despedidas de rigor, abrazos y un hasta pronto… y a correr. Paso por policía internacional. Un pendejo rucio de uniforme me mira feo mientras examina mi pasaporte. “Where do you go?” …Marseille… se repite la pregunta y la respuesta (aún no cacho por qué no me entienden los franceses… ya contaré de eso). Me dan la pasada… y a seguir corriendo. Busco el terminal 2-D. Letreros para llegar a él hay por todos lados. Parece chiste, no llego nunca! Más de media hora dando vueltas. Ya estaba asustado. Cuando al fin… encuentro el sector 2-D, paso por el detector de metales, y creo que me sonaban hasta las amalgamas. Tuvieron que revisarme manualmente, tuve que vaciar mis bolsillos y sacarme chaqueta y cinturón. El vuelo 4667 rumbo a Marsella lo encuentro en la puerta xx. Y a esperar nuevamente, hacer una fila y a abordar.
Cuando estaba por entrar al avión, la manga de abordaje se remece entera, el sobrecargo pone cara de susto y comienza a sonar una sirena. Y yo en medio de la manga. Vuelta atrás al pasillo. Comunicaciones van y vienen. Aparece gente con pinta de técnicos. Tenemos que salir todos del área. Veinte minutos de espera… de nuevo podemos abordar. Encuentro mi asiento. La azafata estaba en mi asiento. Me habla algo que no le entiendo. ¿French o english? Me pregunta… english, of course. Me habla en english… de nuevo apenas le entiendo. Es muy raro el inglés con acento francés. Guardo mi mochila en un locker superior… pero no me separo del notebook. Cuando me siento, veo que estoy junto a una puerta de escape, y que hay un símbolo de “no maletas”. Ahí entiendo… se vuelve a acercar la azafata, y debo dejar mon portable ordenateur junto a mi mochila. Estoy quedándome dormido. No salimos nunca. Los aviones hacen fila para despegar. El sobrecargo es un rucio que me recuerda una mezcla entre el Terminator 2 y el Cote Rivera. Veo a los aviones que despegan hasta que se han perdido entre las nubes. En un momento más alguien verá como nos perdemos entre las mismas nubes.
Al fin despegamos. Me ofrecen dos variedades de sandwish. Sólo entiendo que uno tiene “fromage”. Elijo el otro. También tiene queso. En fin… “¿Y para beber?” Me imagino que dice. “Eau” es mi escuálida respuesta, mientras le indico la botella de agua mineral. “¿Sólo eau?” me parece entenderle. Asiento con la cabeza.
Viaje corto. Como de hora y cuarto. Desde el avión diviso el Etang de Berre. Ahí debe estar Istres. Y la tremenda vuelta que tengo que darme para llegar ahí. Aterrizamos. Au revoir monsieur. Bajo escaleras. Hay un panel luminoso. Las siguientes personas dirigirse al mesón de informaciones: …….RODRIGO Lillo…….. uuuff! Sólo espero que no se haya extraviado mi equipaje, y que no haya pasado por donde no debía.
Encuentro mi equipaje de inmediato, gracias a dios. Me voy con mis maletas en uno de esos carritos… Informaciones…. “Excuse moi. Je ne parles pas tres bien francais…” no alcanzo a terminar, y la señora me dice “aaah!! Rodrigo Lillo?? Habla español ?” uuf, gracias a dios, alguien que hable español en plena Francia. Sí, hablo español…. Aaaah, es que lo ha estado llamando Francois Sanchez, profesor de español, para saber si ya ha llegado.
En fin, esta señora tuvo la amabilidad de llamar directamente al profe, pues yo no tengo tarjeta de prepago (es la única manera de llamar desde teléfonos públicos). Hablo con él, y me dice que me esperará en la estación de trenes de Istres.
Salgo del aeropuerto, veo los buses y la oficina respectiva. “A la gare St Charles, s’il vous plaît“. 8 euros con 50. Ya tengo que empezar a entender los costos en euros.
Llego con mi carrito al bus. Debo acomodar yo mismo mis bultos en el compartimento de carga. La azafata no ayuda. Saco mis cosas y el carrito se me arranca. No sé si tomar el carro para que no se vaya calle abajo o si tomar mis cosas. Me imagino como Peter Sellers haciendo el ridículo. Parece que la azafata del bus se molestó porque no puse bien las cosas y se me arrancó al carro de mierda… en fin. Subí, le pasé mi tarjeta y me senté. Afuera llovía un poco. Sólo un poco, y hacía calor, unos 20 grados. Adentro escuchaba el acento francés sin entender nada de nada. Afuera comenzamos a pasar por carreteras, todas con la misma pinta de las mismas autopistas modernas que conectan Santiago con los alrededores. Afuera llovía, y muchos automovilistas iban con las ventanas abajo y en manga de polera. Al ir entrando a Marsella, me parecía una mezcla de Valparaíso y el barrio Palermo en Buenos Aires. Nada muy maravilloso.
Y llegamos a la Gare de St. Charles. A cargar 50 kilos se ha dicho. ¿Dónde venderán los pasajes? …mmm… ahí está el itinerario. Son las 15:30… y el próximo a Istres sale justo a las 16:00. Entro a la zona de cajas. Tengo que hacer una larga fila, unos 20 minutos de espera. Ya veo a mi alrededor más personas negras. Las jóvenes negras se ven bien atractivas. Al fin es mi turno. La señora tiene cara de simpática. “bonjour, un billet a Istres, s’il vous plaît”. Me mira con cara de extrañeza… Istres… Istres …ah!! Istres!! (para mí sonaba casi igual, pero aún así no me entendió). Me mostró en pantalla donde decía ISTRES. Sí, ahí voy. “One person?”…..jajajaja, le hablo en francés y me responde en inglés. Asiento con la cabeza. Son 9 euros con 20. Lo dice muy rápido. Nuevamente me muestra la pantalla. El tren sale a las 16:55 y llegaré a Istres a las 17:52. Casi una hora para esperar la salida.
No tengo idea de donde sale. En el billete no aparece la VOIE (vía), y en los paneles sólo avisan de las vías cuyos trenes están por salir. Y ahí estaba yo, nervioso, sin saber el lugar exacto de la partida, sin saber si era uno de esos grandes trenes o uno de los feitos… y sin tarjeta para llamar al profesor.
La estación de St. Charles ya es un lugar donde se puede apreciar diversidad étnica mucho más que en el aeropuerto. Por lo demás, el hecho de estar parado sin hacer nada más que observar, hace que uno se fije más en aquello. La mayoría de la gente se ve “normal”. Lo más “anormal” que veo es un viejo gordo con cara de loco que me recuerda al “divino anticristo”, ese que se pasea vestido de mujer por el sector de Portugal – Lastarria en Santiago. Pasan policías fuertemente armados y observan todo y a todos. Cuanto quisiera poder sentarme y tomar y comer algo… pero no se puede.
Cuando sólo faltan 10 minutos para la partida, publican la vía desde donde sale el tren. Me dirijo a ese lugar. Es un tren de los feos. En fin… me doy unas vueltas y decido subir. Bien rasca se veía por dentro. Por cierto, iba en segunda clase. Y se sube el divino anticristo… yo sólo quiero que no se siente al lado mío. Hay espacio suficiente… uuff… menos mal que pasó de largo.
Parte el trencito. No es supersónico. Podría ser un tren bien chileno. Voy quedándome dormido nuevamente. Pero quiero mirar. Veo el Mediterráneo. Grandes barcos de turismo, otros tantos de carga. Muchas marinas y veleros. Las estaciones son chicas… sólo falta que entren con canastos con gallinas para pensar que estamos en Chile. El divino anticristo se para y empieza a recitar una poesía de un libro. Y se ríe, es muy histriónico. Que locura, espero que no quiera sentarse al lado mío a darme la lata. Veo que las puertas no se abren automáticamente cuando el tren para. ¿Cómo se abrirán? …no quiero hacer el loco… observo bien como se hace.
Finalmente llegamos a la hora fijada. Todo el vagón desciende en Istres. Algo tendrá de interesante esta ciudadela para que todos desciendan acá. Afuera llueve más. Cargo mis 50 kilos… tengo que cruzar una pasarela bien chilena para llegar a la estación. Cuando voy llegando del otro lado, veo que abajo está parado un flaco alto de pelo largo, como de mi edad. Ya lo sospecho… “bonjour” me dice… “bonjour” contesto…. ¿Lillo? ¿Francois Sanchez? Ouiiii ….bien el profe se paleteó y me fue a esperar sin que yo lo pudiera llamar. También estaba por ahí la profesora de inglés con la asistente de inglés… de Alaska!! Y nos fuimos en el auto del profe a buscar la casa de mi alojamiento. Él apenas conoce a la profesora que me dará alojamiento. Buscamos su dirección y nos costó dar con ella. No hubo más remedio que llamarla. Y llegamos. Obviamente, tenía curiosidad de saber como era mi anfitriona… si sería una espigada bailarina de aspecto ruso… o con más pinta de cumbianchera… jajajaja… en fin, nos abrió la puerta una mujer más baja que yo, pelo negro, tez blanca y delgada… con un rostro que la haría pasar por cualquier chilena simpática. A decir verdad, salvo los negros y unos pocos rucios, sólo he visto gente …”normal”.
Presentaciones de rigor, el profe de intérprete. Yo encontré todo el lugar muy bien, ella dijo que podría ayudarme con el francés, mientras ella aprende español de mí. Bien por eso. Me instalo, media hora en Messenger y revisando correo. El profe nos invita a cenar.
Partimos con Diane en su auto. La casa del profe no es tan cerca… yo diría que ya se trata de otro pueblo. Nos comunicamos con una mezcla de francés, español e inglés…donde predomina este último. Le cuento de mis proyectos, de por qué estoy acá. Del cine, de la fotografía… ella quiere ayudarme, puede preguntar y hacerme algunos contactos. Vamos llegando, una calle oscura y empinada. Nos recibe el profe. Está con visitas. Saludo a las señoras con besos en ambas mejillas. Conversamos mucho… me interrogan. El profe me hace de intérprete. Su hija de unos 3 años se presenta en español. La señora del profe es muy simpática y siento que me agarra pa’ la chuleta. Comemos unos simples fideos, tomamos un trago local… mucha conversación. Todos salen a fumar. Yo los acompaño. Pasan las horas, mucho bla bla con el profe… y yo lo único que quiero es ir a dormir, aunque la inercia no me hace sentir del todo el cansancio.
Se acaba, nos vamos… nuevamente en el auto tratando de comunicarnos. Sólo lo logramos a veces. Bien… ya es hora de dormir. Bonne nuit !
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