domingo, noviembre 26, 2006

Paris (II)


Tres de noviembre: era el último viernes de las vacaciones, y en una agradable mañana, Anne Marie y Caco nos conducen a la estación de trenes de Châteaudun. No habrá abrazos, pero sí cuatro besos con la tía de Camilo, y un buen apretón de manos con el tío. Reitero como el afecto se manifiesta tan distinto en Francia, lo cual no quiere decir que sea menos… ni más. Otra forma, mismo sentido.

Camilo va tranquilo, y sus tíos también. No es una despedida definitiva, sienten que se volverán a ver muy pronto en las celebraciones de fin de año. Y he sido cordialmente invitado a pasar estas fiestas en Châteaudun, pero tengo la sensación que mis pasos irán un poco más lejos esta vez.

El TER ya ha partido, y Camilo me va instruyendo sobre terminología coloquial francesa, lo que tal vez me ayudaría a sobrevivir en una conversación juvenil, o al menos me ayudaría a entender… si es que logro distinguir las palabras de una charla de este tipo: Las minas, los pacos, la hueá, anda a cagar, virémonos, ¿Qué onda?, compadre, no estoy ni ahí, el carrete, vamos a chupar hasta quedar botados… todos los idiomas tienen alguna expresión equivalente.

Voy grabando un poco de video a través de la ventana, vislumbrando a la gente en las estaciones. Recuerdo el ramal de Talca a Constitución… siempre vendrá a mi mente ese recuerdo cuando esté arriba de un tren.

Finalmente llegamos a Paris, a la Estación de Austerlitz, y nuevamente emprendemos rumbo al departamento de Toño.

Segundo recibimiento… almuerzo, conversación, y a salir con el dueño de casa. Esta vez, con el objetivo de confundirse entre el consumismo parisino: a mirar y comprar ropa y lo que sea necesario. Así llegamos a una tienda de ropa de segunda selección (de esas típicas con prendas que han quedado fuera de temporada, o que tienen alguna pequeña pifia), donde aprovecho de adquirir unos abrigados guantes para el frío invierno que se avecina. Luego nos abastecemos de las indispensables tarjetas telefónicas para llamar a Chile, y caminamos por calles de apetecidos edificios de oficinas. Así fue que llegamos a Decathlon, la mega tienda deportiva de Francia… un supermercado del estado físico para todos los deportes imaginables (en mi vida había visto una estantería llena de cascos de Polo, monturas y palos de este juego), y con precios que en algunos casos no sobrepasan a los chilenos (insisto, no todo es más caro acá). Me compro unos buenos zapatos de trekking y unos anteojos de sol… a falta de los ópticos, tal vez pueda pasar por ciego.

Seguimos a otro mall. Toño le regala una chaqueta-parka al Camilo, quien queda más contento que perro con pulgas. Vuelta a casa… imposible no entrar a una librería. ¡Que cantidad de libros de arte! Me quedo pegado con los de Fotografía, y Camilo con los de arte callejero. Una vez en casa, una agradable cena, y a salir nuevamente… esta vez a buscar algún buen panorama nocturno. Y no nos costó hallarlo en una revista anexa a la que anuncia la programación televisiva; es que en Paris está lleno de cosas por hacer, siempre habrá una exposición que ver o un festival al cual asistir.

Salimos a tomar el Metro, para llegar a un bar donde tocarían gratis 3 bandas extranjeras. Y bien, cuando entramos al lugar en cuestión, claro… era gratis, pero no podías ingresar con chaqueta, y tuvimos que pagar 2 euros por cada prenda en la guardarropía. He allí la letra chica del asunto. Al menos llevaba mi cámara de video, y no hubo problema para grabar el evento: ya estaba tocando la primera banda británica, los cuales no me parecieron tan buenos, así que no les presté mucha atención.

El ambiente es bueno, se ve mucho angloparlante y bastantes chicas guapas. Vamos por una cerveza… uuff… eso sí es caro en Francia. Cuánto echo de menos tomarme un buen schop de litro con una entretenida conversación; pero aquí es diferente, la cerveza se sirve en un vaso corriente.

Aparece la segunda banda británica. Vincent Vincent es el nombre de la agrupación. Me agrada más su música, tienen un estilo que me recuerda a Franz Ferdinand. A un costado hay una mesa donde venden CDs de las bandas, poleras y reparten informaciones varias; la atiende una rubia espectacular, que creo haber registrado fugazmente en video. El tercer grupo es sueco, y esta vez los acordes no resultan ser tan de mi gusto, pero el vocalista es un showman que se siente rockstar. Y en realidad, las tres agrupaciones que se han presentado tienen una actitud sobre el escenario que es propia de quien cree firmemente en lo que hace: es más que música, es una puesta en escena… una manera de vestir… ¿Una forma de vida tal vez? Al menos se creen el cuento, y eso se transmite como algo positivo.

Que decir del público: muy entusiasta, aplauden y gritan como si estuviéramos en presencia de grandes y consagrados artistas. Me imagino la misma situación en Chile… con una audiencia más indolente si lo que ve es desconocido.

No alcanzamos a ver todo el show, debemos retornar antes que el Metro cierre sus puertas.

Al otro día, hacemos el esfuerzo por levantarnos temprano, y salimos para continuar el circuito turístico iniciado una semana antes. El primer destino es la Plaza de la Bastilla, donde ya no queda rastro del histórico edificio… sólo hay un obelisco en su recuerdo.

En realidad el interés no era ver tan conspicuo monumento, sino asistir a una muestra de “arte contemporáneo” que estaba a un costado. Vemos una carpa anunciando la exposición, y al entrar nos detienen dos cosas: el precio de la entrada (7 euros), y constatar que el arte contemporáneo se parecía más a una feria artesanal que a otra cosa. ¡Chao! Caminamos hacia el Hôtel de Ville, pero en el camino nos topamos con una galería, Jeu de Paume, (algo así como “el juego de pelota vasca”… creo). Hay una muestra del fotógrafo gringo Joel Meyerowitz. Vale la pena entrar y ver su trabajo documental en color sobre la cotidianeidad estadounidense… “hacer de lo ordinario algo extraordinario” es la premisa. Al salir, no resisto y me compro el libro de la muestra, un ensayo sobre la fotografía documental y una revista.

Seguimos caminando… vemos una fila gigantesca para entrar a la exposición de fotos de Doisneau, la cual nuevamente pasamos por alto, y finalmente llegamos a nuestro segundo objetivo: el sector del Beaubourgh, el Centro Pompidou. Es un museo gigante, con exposiciones para visitarlas en más de un día. Primero damos un recorrido por los alrededores… el arte se respira por todos lados. Hay esculturas modernas, esculturas humanas… arquitectura que se confunde con escultura… artistas callejeros… y mucho comercio en torno al turismo del arte.




Luego entramos, y pasamos un par de horas viendo exposiciones. Al bajar una escalera, cada paso acciona notas musicales, y se arma una loca melodía con el subir y bajar de las personas. Unos lienzos de muchos metros de altura muestran piezas gráficas más cercanas a la publicidad. Alrededor hay exposiciones fotográficas con las que quedo loco: en un panel está escrita una explicación del reportaje documental exhibido, y ahí mismo hay una pantalla de alta definición que va pasando todas y cada una de las imágenes descritas, mientras que por el otro lado vemos una o más ampliaciones en papel de las fotos más destacadas. Y así… se multiplican los paneles, cada uno con un documental de distintos autores. Como me gustaría ser uno de esos fotógrafos. ¿Tal vez algún día? Por qué no, tengo la calidad para eso.

Y después de un buen rato extasiados de tanto por ver, entramos a la librería del Centro. Y nuevamente el impulso consumista se impuso: yo me compré varios libros y revistas de Fotografía. Unos de teoría, escritos en francés, me obligarán a adquirir un mejor dominio de la gramática y nuevo vocabulario.

Saliendo del recinto, nos topamos con una manifestación ecologista. Todos en bicicleta… algo así como la versión francesa de los Furiosos Ciclistas. El personaje enmascarado de la foto me increpa por “robarle” su imagen, me exige dinero a cambio. “¿Tai más hueón?”, me dan ganas de decirle, pero sólo le contesto que esto es una manifestación. Debí haberle preguntado si su lucha es por dinero o por una causa mayor… realmente excesivos algunos franceses en su reacción a las fotos. Una desilusión y mala imagen para ellos mismos, al menos en el contexto de lo que hacían en ese momento.

Seguimos nuestro camino, volviendo a la ribera del Senna, viendo las oleadas de turistas que aprovechaban los tibios rayos de la tarde para pasear por el escenario de tantas películas.



*******Por el río pasa el “Batobus”, un barco que recorre la ciudad por vía fluvial, y que permite apreciar la ciudad desde otra perspectiva.




Más allá veo una joven pareja besándose… y me siento Doisneau:


El recorrido continúa por el Senna, y más allá se aprecian los indigentes que viven bajo los puentes. Claro que es otro nivel: el municipio les ha entregado carpas para que vivan en ellas.




*****Nos encaminamos hacia la Plaza de la Concordia, y cual deja vu, se repite la escena marital de oriente:



Por fin vamos por los Campos Elíseos. Al fondo se ve el Arco del Triunfo, y es momento de hacer algunas tomas clásicas:


Pensamos en ascender a la terraza del Arco, pero preferimos reservar las alturas para la Torre Eiffel. Lo que no consideramos es que nos pillaría la noche, con lo cual desistiríamos de subir. No obstante, será un buen momento para tomar decenas de fotos más… y para degustar un rico crèpe relleno con chocolate Nutela. Se trata de algo muy parecido a un panqueque… por la módica de 3 euros.

Ya se ha hecho tarde, el cansancio es notorio, y el trayecto hasta el metro más cercano se hace notar más que antes. Vemos oscuras entradas a subterráneos que nos hacen recordar la película Irreversible, esa de Gaspar Noe, que es narrada contra la línea lógica del tiempo… y en que el personaje interpretado por Monica Belucci es violado en alguno de estos pasajes parisinos. Es ficción, pero escalofriante pensar que así puede ocurrir en plena ciudad luz. Pero también es la tierra de Amelie, y de Antes del atardecer. Y es la tierra que tengo que conocer.

Ya es tarde, hay que volver a casa. Y es tan tarde, que no alcanzaríamos a ir de nuevo a escuchar las bandas del festival de la noche anterior. Hay que dormir, porque el domingo a las 7:20 nos espera el TGV rumbo a Marsella. Las vacaciones han terminado.

5 comentarios:

Claudia dijo...

hola rodrigo

me he reido mucho leyendo tu blog, y que linda las fotos de tu viaje a paris, durante las vaca ciones de toussaint, tambien estube en paris, y fuimos muchos asistentes para alla, que pena no habernos encontrado y carretear un poco...
te mando muchos saludos
claudia

Anónimo dijo...

Veo que te esperaba tu ciudad... “Ciudad Rodrigo”... no faltaba más... Era lo mínimo que se podía esperar... para tan consagrado visitante...
El recorrido que haces se agradece... solidariamente compartes cada espacio de arte posible de compartir... tu blog acerca fronteras y espacios...
Nuevamente gracias Rodrigo...
Un fuerte abrazo...

agua con sal dijo...

ay que tierno! amigui preocupado a la distancia!


cuidate...

muero de envidia...
algún día me atreveré y postularé a esas cosas...


besitosssssss

Jaime Alfonso San Martín Benard dijo...

socio:
tengo un descubrimiento notable para compartir. póngale música a sus entradas de blog a través de www.radioblogclub.com
a lo mejor puedes compartir con el mundo a las bandas que fuiste a ver

Hitomi dijo...

Querido Rodrigo, ni te cuento la de fotos que tengo pegadas ya en mi dormitorio jajajajja La Ruta de Rodrigo, ya se cuentan en bares y puertos tus aventuras por "las europas", te estás convirtiendo en un mito urbano jajajjaajaja sigue escribiendo besos!!!!