lunes, noviembre 20, 2006

Paris (I)


Llegamos a tiempo a la estación de trenes en Lyon para tomar el TGV. Subimos, y nos sentamos junto a nuestras grandes mochilas. Yo seguía grabando mucho video, y no sabía si estaba dormido o despierto. Al principio, el avanzar del tren es como cualquier otro, pero una vez que salimos de la ciudad, la velocidad sobrepasa los 300 km/h. No se siente… hasta que pasa otro TGV en sentido opuesto, el cual no se logra ver, pero sí remece el tren con un gran empuje.

Al rato estábamos durmiendo. Y ningún inspector nos pidió boletos, se apiadaron de nuestro cansancio. La llegada a París fue en un día nublado, entre numerosas líneas de tren y graffitis por doquier. En un par de horas habíamos llegado a la gare de Lyon (no, no me equivoqué, es el nombre de la estación en Paris que la une con la ciudad de Lyon).

Bajamos. Si la estación en Lyon era grande comparada a la de Marsella, ésta era gigantesca! Buscamos una salida al Metro, reviso la guía que me prestó el Ismael. Tenemos que llegar a Chateau de Vincennes, estación terminal de la línea 1, desde donde tendríamos que caminar hasta el departamento de Toño, el tío chileno de Camilo que vive en esta ciudad. Dentro de las decenas de líneas de metro parisino, afortunadamente estamos cerca de nuestro destino, y no tenemos que cambiar de línea. Pero sí debemos hacer una gran fila para comprar apenas dos pasajes. Las máquinas de venta están fuera de servicio. La espera hace que aumente mi sensación de sueño… ni despierto ni dormido, en un subterráneo viendo pasar personas de todos los colores.

Los trenes de la línea 1 del metro de Paris son los mismos de la línea 1 del metro de Santiago… esos relativamente nuevos, que tienen todos sus carros unidos por dentro para transitar de uno a otro. Mismo diseño, misma alarma de cierre de puertas. Distinto color, distinta gente.

Cada estación es anunciada por una agradable voz femenina ya grabada, cosa que debería hacerse en el gemelo santiaguino. Llegamos a nuestro destino. Las puertas de salida de los andenes (como esas dobles que hay en Santiago), se abren automática y rápidamente cuando se está bien cerca, y dan ganas de jugar en ellas como cabro chico. Al salir de la estación, lo primero que se ve es el Chateau (castillo) de Vincennes, el cual no podremos visitar por el poco tiempo de estadía. Ni el magnífico jardín. Ni muchos lugares… cuando volví a Istres, Diane prácticamente me retó porque no visité ciertas exposiciones: “La Torre Eiffel siempre estará ahí”. ¿Cómo explicarle que yo no tengo la certeza de volver a Paris?

En fin. Caminamos hasta dar con la dirección. ¿Una casa de reposo? “¿Cómo vive mi tío acá?” dice Camilo. Al rato nos enteramos que Sylvie, la señora de Toño, administra este lugar, por lo que le corresponde habitar en un departamento de este edificio. Nos recibe este matrimonio, Toño me conversa en español, al tiempo que Camilo habla con Sylvie en francés. Ella no habla español, y yo a duras penas tengo un francés pre-básico. Será la tónica de la estadía.

Hemos llegado tarde para almorzar. Son más de las 2 pm, y en Francia se acostumbra almorzar a mediodía. De hecho, en el liceo de Istres el casino comienza a servir comida a las 11:40, y termina poco después de las 13:00 hrs. A veces debo almorzar sin muchas ganas… o mejor, casi no tomo desayuno para tener hambre a la hora de almuerzo.

Es tarde, pero afortunadamente nos esperaban con almuerzo. Conversamos… apreciamos la gran vista que tienen en el departamento. Muy a lo lejos se divisa la Torre Eiffel, y me doy cuenta que en Paris no hay grandes edificaciones en altura, se ve una rasante pareja. Los edificios no pasan de los 12 pisos, como mucho. Se nota que los franceses tienen una noción de “hacer ciudad” mucho más avanzada que la nuestra… ¿Eso los hace desarrollados? Probablemente.

Y salimos de paseo, Toño hace de guía. Tomamos el metro y nos bajamos en el Hôtel de Ville (no es un hotel cualquiera, es algo así como la Municipalidad). Vemos una gran fila de gente para ver una exposición de Doisneau. ¿Vale la pena? Para mí creo que no, ya he visto dos muestras de él en Santiago.

Seguimos camino. Pasamos por el Museo del Louvre, veo que hay una exposición de Candida Hoffer… una o dos semanas antes de venir a Francia, estuve en una charla de Claudio Quinteros sobre esta fotógrafa. La verdad no me entusiasma mucho su obra, y por lo demás, no hay tiempo de entrar hoy al museo. Hay que seguir con el recorrido inicial… fotos de rigor con The Clinic, y a acercarse al Sena. Caminamos por el Parque de las Tullerías, y al llegar a la Plaza de la Concordia, además de divisar el Arco del Triunfo a lo lejos, vemos una escena que se repetirá: unos orientales recién casados haciendo una sesión de fotos.




Continuamos. Nunca había visto tanto turista junto, se me ocurre que en realidad el dicho debe ser “todos los caminos conducen a Paris”. Dudo que exista lugar más fotografiado que esta ciudad, los barrios turísticos no deben tener rincón sin registrar.

Vamos junto al Sena con el objetivo de llegar al hito de Paris: la Torre Eiffel. La noche se acerca, y a partir de las 6 pm, y por 10 minutos cada una hora, la torre se convierte en un arbolito de pascua con unas llamativas luces intermitentes. Mis sensaciones son confusas, por un lado estoy muy contento de estar en esto que parece ser el centro del mundo, pero por otro tengo tanto sueño que creo que alucino un estado de irrealidadEs momento de sacarnos más fotos… y a acabar esta rápida visita, pues hay que volver a cenar, y al otro día temprano encaminarnos a Chateaudun. Paris tendrá una segunda patita.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

rrrrrrrrodrigoooooooo:
p'tas que lo has pasodo bien, te felicito por el entusiasmo de tus relatos y lo ameno de elos. me he reido bastante con tus petite hitoire (ni se si esta bien escrito,jajaja), pero la verdad es que me han servido para conocer, las fotos se agradecen, y distraer la mente de la vorágine de stgo.
muchas energías para vos y que sigas adelante con tu proyecto de vida.
un abrazo, daniel

Hitomi dijo...

Tremenda la foto con the clinic!!!!

Jaime Alfonso San Martín Benard dijo...

paris tiene olor a senegalés transpirado, a gorda de la martinique sentada con los ojos cerrados en el metro, a hindú gay de sri lanka acosándo a los jovencitos en la place de la concorde, a camerunés jugando con avioncitos de papel bajo la torre eiffel, a chileno vomitando en pigal, a oriental sacándole fotos a cualquier cosa, a colegialas muy blancas, muy flacas y muy calientes, a franchute prepotente y hediondo a ala, a vieja rellenita, simpaticona, con la nariz roja-cirrosis y con las axilas peludas, y a restaurant Hippopotamus.

Rodrigo González Lillo dijo...

jajaja, buena Jaime, veo que visitaste Paris en verano. Yo vi otra ciudad luz, un Paris otoñal algo más amable que el tuyo.

La belleza está en los ojos del que mira... dicen por ahí ;-)

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Lo que muestras y cuentas concuerda absolutamente con la premisa de que la belleza está en los ojos de quien mira... Sin lugar a dudas eso es así...