jueves, noviembre 09, 2006

Lyon


Han pasado dos semanas desde la última vez que publiqué en el blog, y los reinicios siempre cuestan un poco más. Tema de inercias newtonianas.

Bien… fue un día jueves, más específicamente, el 26 de octubre, y tras una noche de preparativos: dejar lista la mochila, el equipo de foto y video, los infaltables sanguchitos… y el aseo hecho por una sana convivencia con una ausente dueña de casa (de viaje en Paris por enfermedad de un familiar)… que salí corriendo –como casi de costumbre- a tomar el tren rumbo a Marsella. Esta vez llevaba conmigo unos 25 kilos de equipaje, pero el ritmo de trote no podía permitir que llegara en más de 10 minutos el trayecto que normalmente hago en 20. Así es que sudando la gota gorda, nuevamente llegué a tiempo para comprar y “compostar” correctamente mi pasaje, y arribar a Marsella pasadas las 9 de la mañana.

Caminé hasta la boletería de la Estación de St. Charles, donde al poco rato apareció Camilo, mi partner chileno de estas incipientes aventuras vacacionales, y protagonista de mi documental de tesis. Tal vez valga la pena hacer una sinopsis de su historia en este momento: el papá de Camilo fue exiliado de Chile en la década del 70, por los lamentables problemas políticos que todos conocemos. Se marcha con su familia a Francia, donde una importante colonia chilena ha sido acogida en Chateaudun, pequeña localidad ubicada entre Chartres y Orleans, a poco más de una hora al sur-oeste de Paris.

Fue en esta ciudad, donde en 1981 nace Camilo, vive su infancia como un niño francés más, sabiendo poco y nada de la lengua de sus padres. Así transcurrió su vida, hasta que a principios de los 90 vuelve la democracia a Chile (aunque siga la dictadura del mercado hasta hoy en día), y su padre, añorando sus tiempos en Salamanca, decide retornar con su familia a Chile. Es 1994, Camilo tiene 13 años, una edad compleja y llena de cambios, y debe afrontar la escuela con un idioma que aprende a tropezones y soportando la burla de los compañeros.

Así continuó su vida, y con los años fue un chileno más, a tal punto que su manejo del español “chilensis” no deja sospecha de su origen extranjero. Totalmente integrado, hizo su carrera universitaria, egresa de Psicología y buscando como volver a Francia, encuentra el Programa de Asistentes de Español, el mismo que me trajo por estos lados y que nos permitió conocernos hace un par de meses. Era la mejor oportunidad de tomar contacto con las raíces después de 12 años de ausencia. Éste es el tema del documental… su historia y la experiencia de tener raíces en dos continentes… reencuentros y reflexiones sobre la identidad. Ser francés y chileno a la vez. O sólo uno… o ninguno.

Fue en los estudios de Psicología de Camilo, que pudo hacer un intercambio por un semestre en una universidad peruana. Ahí conoce a dos chicas francesas que estaban también por otro programa de intercambio, y teniendo en común la lengua, se forma una amistad que se mantiene en el tiempo. Una de ellas, Élodie, vive en Lyon, y será nuestra anfitriona.

Al encontrarnos con Camilo nos damos un fraternal abrazo, cosa que no abunda en este país. Los franceses son más de besos (si hay mucha confianza, incluso entre hombres), normalmente se saluda a una mujer con dos besos –uno por mejilla, como dice Sabina-, y en algunas regiones son incluso cuatro. Me quedo con el afecto chileno… un abrazo de corazón se siente más que cuatro besos.

Compramos nuestros pasajes: A Lyon nos vamos en un TER –Tren Expreso Regional-, el cual sólo anda a unos 150 km/h. Con eso llegaríamos a Lyon en algo más de 3 horas. También adquirimos el pasaje de Lyon a Paris para el sábado, esta vez en TGV, el tren ultrarrápido que viaja a algo más de 300 km/h. 99 euros me salió la gracia. Otro tanto desembolsaré para la vuelta. Más caro que viajar Santiago-Buenos Aires-Santiago en avión. Camilo tiene 25 años y puede adquirir una tarjeta de descuentos para jóvenes, con la cual pagará siempre mitad de precio en los trenes franceses. Por mi parte, a conformarme con mi condición de ser 100% adulto y por ende pagar 100% de casi todo.

A esperar algunos minutos, disfrutando este inicio con una cerveza… y a montar el tren. Este TER es grande y bonito. Los que van a Istres también son TER, pero como decía en otro reporte, parecen ser los más chicos y viejos, no muy distintos del bus-carril que va de Talca a Constitución.

Y partimos. Ya tenemos hambre y le damos el bajo a los sanguchitos. Conversamos y aprovecho la instancia para el documental: le pongo un micrófono lavalier (de solapa) a Camilo (lo afirma en sus anteojos, como se ve en la foto), y comienzo a rodar el video de esta distendida conversación.

Todos van callados en el vagón. Somos los únicos que conversan animadamente. Y muchos miran con extrema curiosidad quien será el famoso personaje que es entrevistado en una extraña lengua. En el asiento de atrás de Camilo va un viejo que está realmente metido en el cuento. Me mira... y mira a Camilo. Si fuera chileno, ya nos habría preguntado en qué canal va a salir esta emisión.

Y el resto del tiempo transcurre entre sueños ferroviarios. Pasan las 3 de la tarde y el tren llega a su destino. La estación es grande, más que la de Marsella. Buscamos la entrada al Metro. Un francés nos trata de vender la pomada... la institución del macheteo presente en todo el mundo. Vamos a pasar la tarde viendo algunas exposiciones de Foto, pues aún se presentan varias muestras de lo que fue el Festival de Septiembre de la Foto. Así llegamos a la plaza de Bellecour, algo así como la plaza de armas de la ciudad, donde encontramos Le Rectangle, galería de arte donde pudimos ver varias muestras de foto. Al entrar aprovecho mi tarjeta ISIC, que me acredita como estudiante, y pago tarifa reducida. Camilo no la tiene, pero con la inercia también paga reducido…¡Viva Chile! En la exposición, todo tenía la onda de arte contemporáneo como de la Bienal de Sao Paulo. Si incluso estaban las fotos de Spencer Tunick. Algunos trabajos los encuentro buenos. Otros me hacen decir “tengo cosas muchos mejores, ¿Por qué entonces, no podría exponer en Francia?”. Ya veremos.

Es hora de irse. Tenemos que juntarnos con Élodie. La esperamos junto a la estatua que está al medio de la plaza, un personaje a caballo, y recuerdo la típica del santiaguino: “nos juntamos en el caballo de Pedro de Valdivia de la Plaza de Armas!”. Al poco rato llega la chiquilla… tiene un aire a la Valeria Aldana, la compañera del curso de francés que hice en enero. Al rato llega una prima de ella, y partimos a un bar a conversar con un poco de alcohol. Chamullo un francés atarzanado, pero me vi casi siempre sobrepasado al tratar de expresarme. Aprovecho de tomar fotos y de grabar video…

Al poco rato llega Ivan, el pololo de Élodie… nos tomamos algunas cervezas, sigo con mi afán de registro, y de vez en cuando meto la cuchara cuando entiendo algo de la conversación. Camilo, a quien poco entendía su francés hace unas semanas, ahora lo siento más claro, y por el contrario, a Ivan no le entiendo palabra alguna, incluso cuando hizo el intento en inglés. Supongo que será asunto de acentos… al otro día me enteré que es de la Bretaña, al norte de Francia.

Camilo está engrupido con la onda de Manu Chao, Clandestino, y hace una serie de fotos acorde al tema, con el rostro semicubierto, como vemos en la imagen anterior. Al rato caminamos a otro boliche, al sector antiguo de Lyon, un bar más oscuro y con un estilo under. En la puerta nos para un enano como salido de una película de David Lynch, y la prima de Élodie, que es chica de edad, debe mostrar su identificación para poder entrar. La música está buena, la luz es escasa… me tomo un tequila golpeado, y luego un hipermetrope, trago que lleva vodka y un licor local. Yo soy hipermétrope… ¿Y mis lentes?... debo tenerlos en el bolsillo de la parka.

Pasado un buen rato, caminamos hasta el auto de Élodie, un Renault 5, ¡Clásico!, y muy apretados emprendemos camino a la casa. Ellos no viven en Lyon mismo, sino que en una localidad de las afueras, L’Arbresle, a una hora de la ciudad. Sospechosamente común.

Pasamos primero a dejar a la prima, y luego nos dirigimos los cuatro a la casa. Al entrar, me doy cuenta que no encuentro mis anteojos… ¡Cresta! Vamos a revisar al auto. Camilo vio que los llevaba colgando de la mochila, y cuando me dijo, yo no le había entendido (y eso que me lo dijo en español). Abrimos la maleta del Renault…y… uuf!! Ahí estaban, menos mal. Que lío sería perderlos.

En fin… cenamos, los tres francoparlantes charlan hasta que me dio dolor de cabeza de tanto tratar de entenderlos, y al rato ya estaba durmiendo en un cómodo sofá.

Al otro día, a levantarse temprano. Élodie se va a trabajar, e Ivan nos acompaña a recorrer L’Arbresle.

Luego, al tren… rumbo a Lyon. Vamos a tratar de hacer la pillería y subirnos al tren sin pagar. Si no pasa el inspector, viajaremos gratis. Ivan va urgido, tal vez más que yo cuando lo hice en el tramo Istres-Marsella. En fin, no hay problema, es nuestro día de suerte y llegamos a Lyon sin pagar ni uno.

Paseamos por el centro de la ciudad. Paseo Ahumada lyonés. Veo una tienda BATA, y con lo cual me entero que la clásica tienda de zapatos baratos de Chile… no es chilena (Si hasta es un clásico el club de fútbol Deportes Bata, que alguna vez vi en la Polla Gol). Seguimos hacia la Plaza de Armas Bellecour, y enfilamos rumbo a la catedral enclavada en un cerro, donde tendríamos la panorámica de la ciudad. Antes de subir paramos a comer un sandwish. Grabo video, tomo fotos… mis anteojos están junto a la cámara de video… el banano lleva este aparato, además del teleobjetivo… el cierre está ligeramente abierto… y los anteojos no están. Uuuff, vuelta a buscarlos donde estuvimos comiendo. Nada. El europeo del este que toca el acordeón por monedas dice no haberlos visto. En fin, me resigno. Lo de ayer había sido una señal. Luego, haciendo memoria, pienso que fue en este lugar donde extravié mis anteojos:

Subimos en funicular, que es parte de la red del Metro, y seguimos nuestro paseo:

Vuelta al Metro, y luego Ivan tiene que irse a trabajar, así que seguimos con Camilo. Vamos al Centro de Historia de la Resistencia y la Deportación, y me emociono viendo fotografías, videos y documentos varios sobre la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Lyon fue declarada la capital francesa de la resistencia, y por eso es tan sensible el tema en esta ciudad. La violencia del genocidio judío es impactante, y siento que por más avanzada que sea una sociedad, nunca faltará la estupidez cerca del poder.



Seguimos caminando en dirección al centro de la ciudad. Nos llama la atención el sistema de arriendo de bicicletas. Teniendo una cuenta previa, basta pasar la respectiva tarjeta por un lector que permite sacar una vèlo desde el respectivo estacionamiento. Si se anda menos de media hora, es gratis… el truco es cambiarla en otro estacionamiento antes que pase este tiempo. No está malo el sistema… imposible para Chile creo yo. Ya le habrían encontrado la pillería para llevarse la bici a la casa… o para ir a venderla al persa.

Ya está oscureciendo y hace hambre. Es hora de ir a probar un Kebab, especie de empanada abierta propia de la mesa árabe. Es contundente y calórico, nos salvará por algunas horas.

Pasan de las 7 pm, y nos vamos a juntar con Ivan y Élodie y varias amigas más. Después de deliberaciones varias, acordamos juntarnos en un bar, donde tomamos una cerveza, y luego partimos a una plaza para beber tranquilamente en la noche lyonesa. Comenzó a pasar la hora, y estábamos en la disyuntiva de si tomaríamos el último tren, cerca de las 11, o si nos quedaríamos hasta las 5 am cuando pasara el primero del día siguiente. Gran disyuntiva… sobretodo porque iban a ser muchas horas de estar colgado en la conversación… me atacaría el sueño y tendría que dormir en el pasto. Uuff… en fin, a pesar de las dificultades lingüísticas, estaba resultando una velada agradable. Pasaron las 11 pm, la elección estaba hecha… y una de las amigas de Élodie nos da una sorpresa:

La onda se fue armando. La gente pasaba y venía. Había varios grupos, todos chupando piola y pasándola bien en muy buena onda. ¿Se podría hacer esto en Chile? Aquí no iban a llegar los pacos, nadie nos diría nada por estar con copete en la vía pública. Hay más libertad, Lyon es una ciudad con onda. Yo ya estaba resignado a tratar de descifrar las conversaciones, y por ratos conversar algo en español con Camilo… o simplemente abstraerme en mis pensamientos… cuando veo pasar a dos chascones que hablan con un acento que me resulta familiar. “¿De dónde serán estos weones? Me tinca que son chilenos”, le digo a Camilo. “No weón, deben ser colombianos”. Este loco los llama, y nos queda más que claro… Chilenos en Lyon!! Jajaja, que buena! Estaban rumbo a la botillería (como buen chileno), así que los invitamos a participar del grupo. Se fueron por un rato a buscar más gente y una guitarra. Y al rato estábamos entonando canciones de Los Jaivas y otras más que ni me acuerdo. Y corría el buen vino francés. Y las fotos. Y el video. Y la buena onda. Lyon… ¡¡La raja!!



****** Y en algún momento de abstracción miré hacia arriba. Y ahí estaban las 3 Marías. Orión cabeza arriba, con Sirio y el can mayor abajo, enfrentando al Toro… ¡Al fin veía las mismas estrellas que en Chile! Y todo al revés… tal como las vieron los que le inventaron la mitología en torno a ellas. Ahí estaba… no podía sentirme más feliz, con mi cámara en una mano, una botella de vino del valle del Rhône en la otra… y mi vista a las estrellas.

Pasaron las horas de carrete. Las francesas se fueron. Los chilenos se fueron. Y ahí estábamos con Camilo y nuestros anfitriones, atravesando Lyon a pie para llegar a la estación de trenes. Recuerdos vagos y confusos producto del cansancio y el alcohol. Largos minutos durmiendo en la escalera de una estación que nunca abría. Élodie parecía nuestra mamá… nos cuidaba a todos y nos compró algo de comer para pasar la caña. Al fin tomamos el tren. Creo que nuevamente no pagamos. Descansamos un par de horas en la casa de L’Arbresle, y ya teníamos que partir. Élodie nos despierta y nos lleva corriendo a la estación, el tren está a punto de salir de vuelta a Lyon.

Despedidas rápidas. Todos se han portado muy bien con nosotros, y se agradece. Esta vez no tenemos suerte, y tenemos que pagar el pasaje. Camilo se hace el chileno ahora… y el inspector se lo toma en buena. Vamos medio dormidos… es hora de tomar el TGV. Paris nos espera.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

"Seguimos caminando en dirección al centro de la ciudad. Nos llama la atención el sistema de arriendo de bicicletas. Teniendo una cuenta previa, basta pasar la respectiva tarjeta por un lector que permite sacar una vèlo desde el respectivo estacionamiento. Si se anda menos de media hora, es gratis… el truco es cambiarla en otro estacionamiento antes que pase este tiempo. No está malo el sistema… imposible para Chile creo yo. Ya le habrían encontrado la pillería para llevarse la bici a la casa… o para ir a venderla al persa.".

Interesante comentario pero insisto el nivel de atención a las cosas malas de los chilenos fundamento el nivel de desarrollo, en Holanda tienen el más mínimo respeto por lo derechos a la vida, pero ellos no se consideran así. Al revés del caballo inglés, poniendo para mí lo negativo y después lo bueno, queria felicitarte por tu blog. Trate de leer lo más posible dentro de mi aburrimiento y haciendo un tiempo interesante mientras me vuelco a mis estudios nuevamente. Me hiciste llamar la atención.

Anónimo dijo...

"Seguimos caminando en dirección al centro de la ciudad. Nos llama la atención el sistema de arriendo de bicicletas. Teniendo una cuenta previa, basta pasar la respectiva tarjeta por un lector que permite sacar una vèlo desde el respectivo estacionamiento. Si se anda menos de media hora, es gratis… el truco es cambiarla en otro estacionamiento antes que pase este tiempo. No está malo el sistema… imposible para Chile creo yo. Ya le habrían encontrado la pillería para llevarse la bici a la casa… o para ir a venderla al persa.".

Interesante comentario pero insisto el nivel de atención a las cosas malas de los chilenos fundamento el nivel de desarrollo, en Holanda tienen el más mínimo respeto por lo derechos a la vida, pero ellos no se consideran así. Al revés del caballo inglés, poniendo para mí lo negativo y después lo bueno, queria felicitarte por tu blog. Trate de leer lo más posible dentro de mi aburrimiento y haciendo un tiempo interesante mientras me vuelco a mis estudios nuevamente. Me hiciste llamar la atención.

subliminal kidd dijo...

Excelente compadre
cada vez mejor
me rei bastante
ahora espero con ansia
la parte de Paris
y Chateaudun

Oye esto tiene que ser escrito ademas del blog en otras fuentes
esta muy bueno

Anónimo dijo...

me encanta todo lo q escribes tus relatos me entretienen demasiado se que todo esto es muy importante para ti y eso es lo mejor porque si no lo fuera no contarias tan bien todo lo q esta haciendo y de verdad valoro todo
que estes bien

Ismael Cortés dijo...

Jaja. Al fin te veo creando. Y no es que los otros artículos no sean creativos, el anterior sobre los caminos es muy interesante también, pero en esta te fuiste al porcino. Largo, pero vale la pena, vomitaste todo lo que tenías en dos semanas, y se nota que lo estás pasando la rax. Creo que te cagaron con el tgv, si mal no recuerdo a mi me salió menos, pero te lo voy a confirmar pa puro reirme.
Lyon es muy lindo a pesar de que los trayectos míos fueron en conversación con mi tío que ya tienes sus años. Te faltó el parque que no me acuerdo cómo se llama.
Un gran abrazo desde la lejanía.

Hitomi dijo...

Holi!!
pucha, me encanta ver que estás disfruntando de tantas cosas...tanto que me hacen pensar en pegarme un viaje a las europas...sigue escribiendo así, que quienes te conocemos sabemos como debes estar con tantas emociones y nos hace reir como bestias jajajjajajaja besos Miles
y recuerda Amo a Laura

Hitomi dijo...

Chateaudun

PD: Las Noches de Sabina están más buenas que nunca...cuando llegues será lo primero que compartiremos

Rodrigo González Lillo dijo...

El precio del TGV depende de la temporada y de la antelación con que saques el pasaje. De Paris a Marsella me salió por 75 euros. Si hoy compro algo similar, para febrero, me sale 25 euros.

Para Navidad estaré mal de nuevo, porque todo el mundo viaja en esas fechas, y tampoco tenemos la suficiente anticipación.

Saludos

Jaime Alfonso San Martín Benard dijo...

Soinca Bata de Melipilla. Bata es canadiense. Lyon es entretenida, culta, minas ricas, bicis gratis. Melipilla es lo opuesto. Bata es sinónimo de buenos zapatos a precio razonable en Melipilla, Lyon, Ottawa o Bata (capital de Guinea Ecuatorial).
No dejo de preguntarme qué ocurriría si existiera Vélo en Chile.
Rodrigo, aprovecha la divina inmolación de tus anteojos para entrar al mundo de los lentes de contacto. Así no tendrás que sacártelos cada vez que te saques una foto ni se te perderán cada vez que te sometas al vino francés.
Salute!

Jaime Alfonso San Martín Benard dijo...

Soinca Bata de Melipilla fue la manufacturadora de calzados encargada de dar empleo a casi un cuarto de la fuerza laboral de la zona hasta comienzos de los '90. Eran un verdadero hito social, incluyendo equipos de hockey patín, fútbol y básquetbol profesionales. Bata es sinónimo de buen calzado a precio razonable, tanto en Melipilla como en Lyon. Bata es canadiense y fue sponsor oficial del Mundial '86, cuando Maradona se pasaba al equipo inglés completo (estático detrás del arco). Bata es también la capital de Guinea Ecuatorial.
No dejo de preguntarme qué ocurriría en Chile con una iniciativa como Vélo.
Salute!!!